Personal silencio.
La clepsidra de mi tejado
cuenta lentamente las gotas de vida
de este amanecer lluvioso.
Se oye el rumor de la lluvia
que cae, densa, salpicando
el cristal de la ventana de mi habitación.
Me asomo al borde del espejo
y me contemplo en el fondo
incorpóreo y silencioso,
te miro, te acercas al borde
y me miras a los ojos
con una mirada que me escruta,
aterradora,
queriendo penetrar en el interior de mi alma.
No tengo valor para cerrar mis ojos, tus ojos,
este es el instante de la sinceridad,
el final de la historia,
aquí ya no hay aplausos,
ni excusas, ni subterfugios,
sólo el silencio.
El otoño ha clamado su derecho a existir,
a manifestarse,
dentro y fuera de mí.
Ya no hay pájaros que vuelen,
hay soledades,
una figura sin márgenes,
una barba de nieve
apenas suavizada por la luz,
una desvaída y lejana mirada,
un latido que se confunde
con el silencio del espejo.