Levedad del alma.
Cuando
intento descubrir la esencia de mi vida,
mis
experiencias, mis ideas, mis
pensamientos,
vivo
mis noches más tristes y percibo los vientos
de mi
tempestad interior, vívida galerna,
que
desarbola mi alma, siempre estremecida,
profundamente
inmersa en su densidad interna,
incapaz
de soslayar mis oscuros momentos,
de
abrir una esperanza, de romper ataduras,
fijada
en la solidez de su materia eterna.
Máximas
ansiedades, recónditas locuras,
restos
de unas tormentas que no tienen salida,
arenas
en mi sangre que filtran sentimientos
y
definen el transcurso de mis desventuras,
pidiéndome
permiso para curar mi piel tierna
por
los casos habidos lesionada o herida.
Yo no
soy responsable de mis arboladuras,
sólo
soy el cautivo del alma recibida,
leve
en su concepción, anclada en sus cimientos;
mi
nave, atada al noray de sus estructuras,
enloquece
por romper todos sus ligamentos
y
partir hacia un mundo de nuevas singladuras.
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