martes, 3 de julio de 2012

El jardín de Giverny


                                             El jardín de Giverny.

Desde la penumbra de mi estudio de verano
medito contemplando el jardín de mis ninfeas,
derramados los colores sobre el agua plácida
de sus regatos, magia de la naturaleza,
en la soledad de la flébil atardecida.

Dime, Camila, ¿ por qué me dejaste tan temprano
sin llegar a conocer mi jardín de ninfeas,
donde los colores se recuestan sobre el agua,
deslizándose, apoyándose sobre sus hojas,
navegando en un mar de ensueños y de caricias,
bajo un denso silencio de viejas soledades?

Dime, Alicia; ¿no crees que bajo las hojas
existen espacios abismales incoloros,
donde se esconden trasgos y duendes submarinos,
y permanecen los recuerdos tristes y lejanos?
Desde el estudio de techos altos y sombríos
recreo el espacio del trabajo silencioso,
el análisis de la telas y los colores,
y veo como en sueños al jardín anhelado,
a través de la rojez de mis ojos cansados.

¿Verdad, Blanca, que mis lienzos son hoy más hermosos,
que la luz ha renacido sobre mis jardines,
que los días son más largos y las noches cortas
para  poder admirar los colores pintados,
los verdes y amarillos en los pétalos blancos,
los azules cárdenos en mis flores amadas,
y escuchar el paso del agua por los regatos
hasta su remanso  lento y final  en el estanque?

(Amor eterno de Claude Monet a sus mujeres)