lunes, 25 de abril de 2011

Mi barca.



Mi barca.




Me acerco a la orilla de la playa
al atardecer y, aprovechando la bajamar,
decido construir mi barca.

Con mis dos manos recojo
la arena blanca
y la voy depositando sobre el suelo,
diseñando la proa, las bancadas,
los laterales y los remos.

Esta barca la construyo
desde mi memoria
( conchas rotas, castillos derrumbados,
restos de naufragios ).

Me siento en la bancada de popa
y miro hacia el cielo
dispuesto a fijar mi rumbo
y recorrer un nuevo camino,
pero el sol se aleja
y la noche se acerca.

martes, 19 de abril de 2011

Seis sonetos dedicados a animales.



Hoy recuerdo estos sonetos que expresan algo de mi amor por los animales.


A un cangrejo de mar.


De tu escondrijo entre las rocas sales
acorazado, pinza enarbolada,
húmedo el cuerpo, presto a la escapada,
maestro de las fugas laterales.


Mentado entre los signos zodiacales,
la realidad de cáncer proyectada,
con los astros tu imagen aplastada
vaga por los espacios siderales.


Ermitaño de las aguas oscuras,
viejo "okupa" de las conchas vacías,
escurridizo huidor polivalente,


osado transeúnte de angosturas,
has venido a nacer en mis poesías
y serás su habitante permanente.


A un cuervo.


Negra el ala y negra la cabeza,
tenebrosa figura de espantajo,
horroroso fantoche es este grajo
carroñero de la naturaleza.


Se mueve por el aire con presteza,
grazna, no canta, viste oscuro andrajo,
pica mierda como el escarabajo
y sube a los frutales con torpeza.

Satinado plumón, viejo demonche,
de inteligente y diabólica esencia,
nacarada negrura y desparpajo,

no hay vástago pequeño que no tronche;
por eso quiero, como referencia,
mandarle con mis versos al carajo.

A un gato.

Marramiau se despierta, sacude la pereza,
elonga con extremo sus patas, lametazos,
bostezos, y saltando veloz de entre mis brazos
se dirige a la cocina alzando la cabeza.

Alabea el lomo y, en puntillas, se endereza,
olisquea platos, tazas, pucheros y cazos,
maúlla, malla, miaña y con sus arañazos
descubre la anhelada pitanza con presteza.

La mira, la olfatea, degusta la comida,
se traslada despacio y sin pausas a la sombra,
ronroneando para finalizar la fiesta,

lame y relame la leche en el tazón servida,
se tumba cuan largo es sobre la espesa alfombra
y da por comenzada su bien ganada siesta.

A una gaviota.

Leve temblor de tocas en la altura,
¿paloma, nube, ángel mensajero?
sobre el azul dibuja su figura
un rápido y alado marinero.


Tiene en su largo pico la armadura
de un combatiente ulano caballero
y lleva entre sus alas la frescura
de la brisa del mar y del romero.

Cruza la playa en vuelo temerario,
pasado el pueblo, traspasado el monte,
y siguiendo una línea bien trazada,

con la beligerancia de un corsario.
desaparece por el horizonte
en transustanciación acelerada.


A un petirrojo.

Acampas con tu pecho almidonado,
que por prieto y garboso pareciera
una roja chaquetilla torera
sobre mi plinto verde ajardinado.

Pareces un maestro apresurado
que en su salida al ruedo dirigiera
el paseíllo corto hasta la vera
de las migas de pan que he derramado.

El agua de la lluvia es ambrosia
que beberás de nuevo en primavera
para aliviar tu sed en el estiaje,

y escucharás la voz de mi poesía
luciendo una vez más en la pechera
colorín colorado, tu plumaje.


A una rana.

Tus ojos esféricos me examinan,
pegas el salto y clavas la estocada
sobre el agua verdín empantanada
que miasmas y bacterias contaminan.

Brinco a brinco tus ancas te encaminan
hacia una zona más oxigenada,
tu verde piel de terciopelo nada
sobre los nuevos juncos que germinan.

De la orilla perenne centinela,
gran señora de charcas y de presas,
con tu voz de contralto y plena audiencia,

¿permites que me acerque con cautela
para escuchar que croas y que expresas
la musicalidad de tu existencia?


martes, 12 de abril de 2011

De mi gente.





De mi gente.




Mis paisanos tienen la misma naturaleza de mi tierra,
son jóvenes sarmientos, flexibles
y enraizados en el mismo tronco que yo,
nacieron del mismo barro, entre chumberas y cardos,
se abrieron paso entre piedras y alcaparras,
bebieron la misma agua, la savia de mis ancestros,
y se convirtieron en yemas latentes,
vitales, fulgentes, siempre mirando al cielo,
como las uvas de mi tierra, duras por fuera y dulces por dentro.
Por sus venas fluye la savia cítrica de los limoneros,
de su piel emanan aromas de azahar
y su vida ha florecido entre almendros y olivos.
De ellos he recibido el temple, mi memoria,
y algunas cosas más.
En ellos he recobrado mi historia y en ellos devendrá mi porvenir.
Por ellos he vuelto a mi casa de piedra, a mi balcón,
y me siento en el poyo de la puerta, junto a los mulos en el abrevadero,
a recordar las canciones de mi infancia,
a reinventar mis amores de niño, a soñar con el rostro de mis padres,
mientras tiembla mi cuerpo y templo las velas de mi espíritu,
hasta precisar que todo lo he recibido de ellos.

jueves, 7 de abril de 2011

Reencuentro en la ciudad.

Reencuentro en la ciudad.




Gracias por tu visita inesperada
entre la combustión de los motores,
el chirrido de frenos, los olores,
las luces, la multitud apretada.


Gracias por tu inadvertida llegada
entre paseos, árboles y flores,
ruidos, coches y anuncios de colores
que trazan el perfil de la calzada.


Te percibo, te intuyo, te presiento,
y te reclamo en mí, en plena esencia,
débil palpitación, temblor de vida,


inusitada luz del pensamiento,
inicial percepción de la conciencia
por levedad del alma oscurecida.






He vuelto a la ciudad, después de dos meses de reflexión personal. Por eso este soneto, para recordar que todavía queda dentro de mí la esperanza.





lunes, 4 de abril de 2011

A JOSE ZUÑIGA.

A José Zúñiga.



Te vi, te oí, desde lejos, sin poder acercarme... Hoy quiero recordarte con estos 
maravillosos versos de Gerardo Diego:


Murió en mitad de un verso,
 cantándole, floreciéndole,
 y quedó el verso abierto,
 disponible para la eternidad, 
mecido por la brisa,
la brisa que jamás concluye,
 verso sin terminar, poeta eterno.