miércoles, 24 de noviembre de 2010

Densidades.






Densidades.

Hoy pulvericé un terrón de tierra lentamente,
y la blanda arena se deshizo entre mis dedos,
transmitiéndome efluvios de siglos y milenios,
percibiendo vestigios de creación de mi vida
en el montón de tierra disuelto entre mis manos.
En ese polvo cósmico estaba mi retrato,
mi figura, mi frente, mis ojos, mi cabeza,
diseñado claramente y ahora reencontrado
en esos polvorientos terrones de mi tierra,
emblemáticos de un mundo que ha sido compactado
por las fuerzas ignotas de la naturaleza.
Estaba plenamente impregnada mi sustancia,
disuelta entre mis dedos, y no supe qué hacer,
me emocionó distinguir mi cara en el retrato,
besé la arena, lloré con ansia y desconsuelo,
apretándola estremecidamente entre mis manos,
me tumbé de espaldas con los brazos extendidos,
con los ojos abiertos y ofrecí mi persona
al misterio de la conjunción universal,
De modo que era verdad, que estoy hecho de tierra,
y he sido concebido por el fuego y el agua,
dibujado por espasmos telúricos y sismos,
moldeado en la arena, formada mi sustancia
con tierra de otros cuerpos amados y vividos
en la plenitud de su existencia temporal,
¿soy un montón de tierra convertido en arena,
un reflejo fugaz de la luz universal?
no sé entonces por qué estoy subiendo al suburbano
para ver a toda prisa la Quinta Avenida
y admirar el Art Decó ¿puede que tal distancia
aleje tanto a la realidad de mi sustancia?
el ruido de los trenes, los frenos chirriantes,
esa chica que me mira pero no me ve,
¿seré tan viejo ahora como cuando nací?
¿ está mi retrato en la arena desdibujado?
Ya no recuerdo mis rasgos, puede que no existan,
borrados por el aire, por el agua y el fuego,
elementos puros que a todos nos han creado
y que la modernidad, de pronto, ha destruido,
recuperar la arena blanda para esculpirla,
y rehacer mi frente, mi cabeza, mi figura,
es un imperativo, es algo imprescindible
para ser yo el mismo y no traicionar al mundo
de esos antepasados que han creado mi esencia,
y que hoy día se encuentran perdidos y olvidados
en este mundo del Art Decó tan modernista,
en esta revolución de principios e ideas,
en este maremágnum de modernas tendencias,
oscuro amasijo de espurios amores nuevos,
alejados de la densidad de mi sustancia.
Mi vida parece que ha cambiado en este entorno,
mi retrato se ha perdido y no quiere aparecer,
será cuestión de buscarlo y tenerlo presente,
no me importa recibir lo nuevo, lo moderno,
si se suma a mi esencia nacida y conformada
por los genes seculares de antiguos ancestros,
partir de lo viejo para hallar en lo moderno
las nuevas fórmulas, las palabras generosas
que actualicen mi manera de pensar y amar,
para que esa chica del suburbano me vea
cuando me mire, y nos sintamos tan unidos
que la distancia y la realidad se confundan.
¿sonrió levemente? no sé, quizás pensara
que yo existía y nos habíamos amado
en algún momento evolutivo de nuestro ser,
la memoria y el amor a veces se confunden
cuando tenemos necesidad de ser amados
y un suburbano puede servirnos como causa
de una conexión inocente y desesperada,.
Bella entre las bellas nació esa mujer amada,
tan lejos pero siempre recordando su esencia,
una ligera mirada sin ninguna causa,
un seísmo nuevo removiendo mis entrañas
sumándose a mis viejos y siderales sueños.
Y tú, ¿quién eres, ese retrato, blanda arena,
por qué sumidero ha desaparecido entonces?
los viejos tics ya han sido ahora reemplazados
por la falta de sustancia de esta algarabía
y te encuentras desvalido frente al nuevo mundo
que, en torno a ti, te envuelve y después de fascinarte
te sumerge en el ruido, absorbe tu palabra,
y ni pensar te deja en la historia de tus sueños,
pronuncias amor, esperanza, vida, e intentas
diseñar de nuevo la figura que perdiste,
al percibir la huella de una extraña mirada,
pero quedas en silencio al abrirse las puertas
y encontrarte vacío, sin ella en la parada.



domingo, 21 de noviembre de 2010

Los encinares.


Los encinares.

Mis raíces son profundas
como las de una encina,
con cimientos de lentos latidos
,
mi esencia es como la suya,
densa por dentro, fibrosa por fuera,
y no se puede abrir con hacha o destral
sino con la palabra.
Las lágrimas de la encina son verdes y eternas,
y nacen de una madera fuerte y leñosa,
las mías son prontas y fáciles,
resultantes de una débil sustancia
y permanecen en el silencio,
sin que nadie las comprenda
ni persona alguna las recoja,
por lo que no servirán para nada mis raíces,
mi fibra se perderá en el suelo
y mi palabra desaparecerá
en la inmensidad del espacio y del tiempo.
Por eso, cuando me adentro en los encinares,
escondo tras ellos mis latidos
y me disuelvo entre sus lágrimas verdes,
en el silencio, a distancia,
creyendo que seré eterno, como ellos,
sin que arda con la llama del fuego ni el destral
me derribe, reservando mis palabras
para que se sumen a sus lágrimas sin maduración alguna,
verdes y eternas, en un estadio total de plenitud.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

De la tierra.

Sierra de Filabres.


De la tierra.


La tierra de la que vengo es dura, pero fértil,
tiene brazos y muslos de agua cuando llueve,
si la piso me duelen las entrañas
y no duermo hasta hacerme perdonar.

Esa es mi tierra, ya lejana,
tan pegada a mí por el viento y el agua
que se convierte en mi propio barro,
del color de mi propia carne.

Se seca con el tiempo,
me aprisiona y me hace daño, y me grita
y me envuelve en su aroma,
tan lejano y ácido como un limón naranjero,
de un sur que fue en mi tiempo
enraizado en mi espina dorsal
diluyendo su ácido en mi sangre.

Siento que mi memoria se hunde
en ese barrizal y no puedo recordar
sólo intuir, quizás imaginar,
ya no hay restos,
sólo espinas de chumberas en el recuerdo.

Si tengo ocasión, enterraré en ella mi corazón
y lo repartiré para que se disuelva en pedazos,
unos en mi tierra, otros en mi historia,
el resto diseminados en la vida de los demás.

Porque no hay historia, sólo tierra,
amasijo oscuro de amores espurios.

El altar parroquial está abierto,
vinos de uva clara, oráculos rituales,
abrazos, genuflexiones,
la razón sórdida en el eco de las piedras,
de los cardos, de las sementeras
de odios y pasiones, de verdades antiguas.

Este joven que declina el saludo ¿eres tú?

No hay edades, sólo murciélagos
abriendo el atardecer sobre la tapia del cementerio
que no era para ti.

Ese pater, vestido de sotana negra ¿eres tú?

No hay razones, sólo fantasmas disueltos
en la neblina de tu historia,
que te han contado pero que no has vivido,
ahora enterrada en ese cementerio que no era para ti.

Hay casas blancas de balcones cerrados,
ecos moriscos que resuenan en las tapias,
alcaparras en los arcenes, cardos en las laderas.
sequedad en el abrevadero de la plaza,
absoluto silencio que te asfixia y anula,
y no recuerdas nada, porque ya es tarde
para recomponer las grietas que sirven para avistar tu historia,
porque no está contada, sino enterrada en ese cementerio
que no era para ti.

¿Quién me robó la historia,
dónde están los amigos que tenía que haber conocido,
las niñas de trenzas morenas que tenía que haber amado,
las canciones del hogar que nunca habría olvidado?

Sólo puedo sumar silencios y sentir angustia,
porque la vida que te han contado, mi vida,
no se puede sustanciar en esta tierra,
que el viento, el agua y el tiempo han convertido en barro.



lunes, 15 de noviembre de 2010

Evocación de Gerardo Diego.


Gerardo Diego Cendoya.




Evocación de Gerardo Diego.


Quisiera hallarme junto a ti, Gerardo,
en tus versos humanos recordarte,
cándido en el amor, pleno en el arte,
habitando tu espíritu de nardo.

Quisiera reencontrarme en tus palabras,
llegar cerca de ti para sentirlas,
oír tu clara voz, y repetirlas,
abonando el terreno que me labras.

Son tus versos divinos resonancia
del mundo sideral que nos separa
y nos mantiene lejos de por vida.

¿Podría ser verdad que mi sustancia
se impregnase de ti si yo escuchara
en do mayor tu esencia concebida?




Gerardo Diego Cendoya, padrino de mi boda (Santander, Cantabria, 3 de octubre de 1896 – Madrid, 8 de julio de 1987)


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Al poeta colombiano Aurelio Arturo.

Poeta Aurelio Arturo Muñiz.



Al poeta colombiano Aurelio Arturo.

Yo no puedo aceptar que el tiempo trunque
tu espléndido recuerdo meridiano,
amante fiel del pueblo colombiano,
forjador de poesías en tu yunque.
En tus sueños de pólenes y estrellas,
polvaredas de versos y canciones,
duendecillos de luz y de emociones,
creaste las metáforas más bellas,
la tierra, el aire, pájaros volando,
banderas guacamayas, resonancias
de mujeres de trenzas y de infancias,
aros de horizontes, lluvias danzando,
sueños y nubes, versos en memoria
de tu Colombia siempre, haciendo historia.


Aurelio Arturo Martínez. (La Unión, 22 de febrero de 1906 - Bogotá, 24 de noviembre de 1974).


Recuerdo de Angel González.

Angel González Muñiz.



Recuerdo de Ángel González


Un remanso de paz en la enseñanza,
un temblor silencioso de las hojas
de aquel rosal perdido, rosas rojas,
en hálitos de amor y de esperanza,
un caminar sencillo, la ironía,
tiempo a tiempo por ti necesitada,
lecciones magistrales, la callada
y silenciosa voz de la poesía.
Para llegar a ti, fue necesario
resucitar la lengua castellana,
la más tímida y pura lengua llana
sin comparsas, sin luz, sin escenario,
y así lograr la imagen soñadora
de tu humilde palabra, que enamora.




Ángel González Muñiz (Oviedo, 6 de septiembre de 1925 – Madrid, 12 de enero de 2008)

martes, 9 de noviembre de 2010

En la muerte de Alejandra Pizarnik.

Alejandra Pizarnik.




En la muerte de Alejandra Pizarnik.



Si confundes la voz en tus plañidos,
del mismo verso de tu propia historia,
y encuentras otra vez en tu memoria,
ese amor que se rompe en tus gemidos,
recuperen tus venas la corriente,
no descienda tu pulso de gigante,
resuenen tus latidos al instante,
en tu verso de amor adolescente,
y si el silencio puede disiparse
con el fúlgido son de tu palabra,
fecunda desazón que siembra y labra,
podrá tu voz final recuperarse.
No tendrás la cosecha si te mueres,
ya no te queda tiempo, nada esperes.



Alejandra Pizarnik (Buenos Aires, 29 de abril de 1936 – Ibídem 25 de septiembre de 1972)



lunes, 8 de noviembre de 2010

Soneto a María Blanchard.

Mujer con abanico.

La bretona.

La convaleciente.


María Blanchard.



Soneto a María Blanchard.


María Blanchard, ¡ay! pintora mía,
estrella vanguardista montañesa,
pude por fin hallarte en la francesa
corte gris de Victoriano un día.

Reconocida fuiste en tu tardía
juventud malherida, la princesa
de tus cuentos de niña, la sorpresa
de los pintores íntegros un día.

Con tu diseño roto y modernista,
imagen de tu estampa deformada,
quisiste recobrar en tu pintura

con una nueva etapa de cubista
aquella infancia triste malhadada,
y cambiar para siempre tu figura.





María Gutiérrez Blanchard, pintora española, nacida en Santander (Cantabria) el 6 de marzo de 1881 y fallecida en París, 5 de abril de 1932.



domingo, 7 de noviembre de 2010

La verdad eterna.


La verdad eterna.

En la verdad reposa mi esperanza,
el máximo objetivo de mi vida,
la expectativa siempre renacida
de tener sinceridad y confianza .

La verdad no se tira ni se lanza,
se expone simplemente de partida,
y si por los demás no es compartida
hay que aceptarlo sin perder templanza.

Ya que la realidad suele mostrar
que la sinceridad no es patrimonio
de la escala social que nos gobierna,

quiero en esta poesía reafirmar
con clara voluntad mi testimonio
de amar a la verdad pura y eterna.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Mi abuelo. (Canción infantil)



Mi abuelo es dulce como un flan de chocolate,
mi abuelo es bueno como el jugo de melón,
mi abuelo es sabio como veinte diccionarios,
es que mi abuelo es un abuelo superior.

Mi abuelo tiene un jardín lleno de flores,
mi abuelo tiene, siempre tiene la razón,
tiene gracia, tiene coco, mi abuelito es especial,
unos piensan que está loco, y es genial.

Mi abuelo tiene una raqueta con pedales,
mi abuelo tiene un patinete nadador,
mi abuelo tiene unos zapatos que andan solos,
es que mi abuelo es un magnífico inventor.

Mi abuelo tiene una avioneta submarina,
mi abuelo tiene un submarino volador,
tiene gracia, tiene coco, mi abuelito es especial,
unos piensan que está loco, y es geniaaaaaaaal...

No sé quién escribió esta canción, pero me parece encantadora. La oí cantar a unos niños en una escuela infantil de Huelva.
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BUCOLICA.


Bucólica

El remanso de un río permite que se reflejen
las hojas de los chopos lindantes,
¿No es hermosa la quietud de las aguas,
sólidas, estancas, profundas?

Apenas un ligero temblor en su superficie
al rozar la brisa la limpidez de su espejo,
un rumor de hojas trémulas,
quizás el canto de un mirlo,
o algún convulso movimiento
en la profundidad del remanso
orquestan la sinfonía de las aguas claras,
de la vida quieta e inalterable.



¿Verdad, amor, que aquí nos sentimos una vez
unidos en nuestras esencias,
aliados ante la densidad de los chopos,
inmersos en el sosiego del momento?



No me avergüenza escribir
un poema romántico, idealizar bucólicamente
nuestro instantes de entrega,
recordar aquellos momentos felices
de nuestra soledad de enamorados.
A veces me desconcierta ser siempre
lo que se tiene que ser,
olvidando acaso que la felicidad
consiste en elegir, en escoger,
al margen de los compromisos
de la sociedad que nos domina.


Este silencio verde de los chopos,
reflejado en las limpias aguas del remanso,
ese acorde musical de los mirlos,
el olor húmedo de la brisa,
y la caricia del agua en la ribera,
todo tan cercano y evidente,
es un regalo de aquellos dioses
que tan lejanos suelen estar
de nuestros pensamientos.



Recuerdo intensamente tu cabello al aire,
los efluvios de tu cuerpo
la suavidad de tus manos,
la delicia de tu voz
y tu evanescente mirada alejándose
hacia las altas ramas de los árboles
mientras mis ojos perdidos
recorrían tus márgenes,
inmersos en la belleza del encuentro.


Puedo sentirme anonadado
al recordar aquellos bucólicos momentos,
y desearía cantar como un juglar occitano
las esencias de mi dama,
el perfil bucólico de nuestro momento,
pleno de romanticismo y de libertad.
Regresaré a ese instante de nuestro amor
siempre que mi ánimo desfallezca
y, si los dioses lo permiten,
allí acamparé entre la yerba
y los chopos frondosos,
recordando tu imagen
cerca de las riberas del remanso.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Sentados en un banco.



Sentados en un banco.

Sentados en un banco del paseo
dejamos que cayese la lluvia de otoño,
sintiendo sus gotas
deslizarse lentamente sobre nosotros,
arrastrando fluidos y aromas
en un ambiente de vahos y humedades.
Deseé que no volviera a salir el sol,
que sólo brillara la luz de tus ojos
y que tu aroma no se perdiera en la brisa,
convirtiéndose en gotas de perfume
que impregnasen mi piel.
Tú, la deseada,
la reflejada en el iris de mis ojos,
bella bajo la lluvia,
transmitiendo amor,
despertando ensoñaciones sobre un banco
que quizás otros,
quizás también nosotros.
habíamos imaginado.
Las hojas de los árboles descendían
a intervalos, brillantes, doradas,
y el paseo se escondía bajo el lento,
arrítmico vaivén de las hojas caídas.
Un sentimiento de ternura,
de cálido entendimiento.
se apoderó de nosotros
al contemplarnos en el silencio
del atardecer de nuestras vidas,
en el otoño de nuestro trayecto vital.
Vi de nuevo tu imagen
reflejada en el iris de mis ojos,
esta vez borrosa,
quizás por las gotas de la llovizna,
y te apreté firmemente en un abrazo.



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