
Asir quiero su agua y no beberla,
purificar mis manos en su huída,
seguirla a la frontera desleída
de la arena y el mar y detenerla,
besar su última gota, aprehenderla,
sentirla sobre mis labios retenida,
no por mi propia voluntad habida,
sólo por sus esencias merecerla.
Aguamanil serán mis manos plenas
hundidas en el seno de las venas
de las fuentes nacidas en la playa,
imparable secuencia de la vida,
rebosante corriente que soslaya
la arena por su empuje diluida.
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A las fuentes de agua dulce nacidas
en la playa de Alcocéber.
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