
El sendero.
El sendero de mi vida
atravesó vastos campos,
alcores, llanos, praderas.
hasta alcanzar tu camino.
Tus espacios eran tuyos,
y los nuestros eran míos,
la luz brillaba en tus ojos
la oscuridad en mis sueños.
La pena en mis soledades,
la indecisión en tu alma,
y el caminar los dos juntos
una ilusión encontrada.
El viento nos empujó
hacia un destino habitado
por ensueños y temores
de brumosas lejanías.
Una certeza, la mía,
una inquietud, tu proyecto,
una ilusión dividida
entre dos amores nuevos.
La lentitud del otoño
y la frialdad de los tiempos
cristalizaron en copos,
blancos testigos de invierno.
Y no fue hasta primavera
la decisión de querernos
las ramas tiernas abriendo
los límites del sendero.
El Vendedor de La Farola.

No tengo nada, ni el paisaje es mío,
el color de mi piel es diferente,
para vivir me apoyo en una farola
cuyas páginas me dan céntimos de vida.
Soy un objeto extraño en este entorno;
aunque voceo mi revista,
nadie escucha mi voz,
a veces pienso que ni siquiera existo,
mi dios quedó quizás muy lejos
y el dios que vive aquí
no entiende el idioma que hablo
ni valora mi sustancia.
el color de mi piel es diferente,
para vivir me apoyo en una farola
cuyas páginas me dan céntimos de vida.
Soy un objeto extraño en este entorno;
aunque voceo mi revista,
nadie escucha mi voz,
a veces pienso que ni siquiera existo,
mi dios quedó quizás muy lejos
y el dios que vive aquí
no entiende el idioma que hablo
ni valora mi sustancia.
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