Leyendo en el Café de las Sorpresas.
Aquí fue donde el conde Lucanor
pidió consejo a su asesor Patronio
para formalizar mi matrimonio
con los libros, el arte y el honor,
aquí, en el café de las sorpresas
con la enseñanza maternal de Gloria
madrina y profesora en mi memoria,
sobre el mármol grisáceo de sus mesas.
Unos dulces, un chocolate espeso,
una leche templada y, en seguida,
la tarde más feliz y entretenida
de un niño madurado ya en exceso.
El Conde Lucanor fue aquel inicio
de la lectura lenta y asombrosa
de una literatura prodigiosa,
su página inicial, su frontispicio.
Las aventuras de Nihls Andersen.
Fué Nihls el que
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