El metro de París no lleva a ningún sitio.
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En la estación de metro de Montmartre un hombre negro vende rosas rojas. Un gendarme tira de un manotazo su cesta al suelo y las rosas se desparraman sobre el pavimento pisoteado y negro.
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Una chiquilla mulata me mira con sus ojos negros y me abre de golpe la puerta hacia un mundo en el que no existen computadoras, automóviles ni rascacielos.
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Las buhardillas de París están vivas; no son trasteros, ni guardamuebles, ni desvanes sin alma. Son, por el contrario, una ciudad dentro de una ciudad en la que las últimas luces alumbradas se confunden con el temblor de las estrellas.
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Un mendigo de la Avenida Suffren empuja un cochecito de niño lleno de tesoros: una manta, una botella de vino, ropa usada. En el fondo del cochecito guarda también los mejores recuerdos de su juventud
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El Boulevard Periférico es una bufanda que envuelve el cuello de París y deja pasar su transpiración para conseguir unas plazas tranquilas y llenas de palomas en los atardeceres silenciosos y grises de los domingos.
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Centro George Pompidou.
Un alambique, una refinería de petróleo, un enredo de calefacción, una masa de plástico, hierro y cristal, un gasómetro, una paleta de pintor en la que se revuelven los azules, rojos y verdes, un rectángulo gigante tecnológico, un desafío, una carpa de circo de ciencia ficción, un pisotón de la técnica en el corazón de una ciudad de piedra antigua.
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El balcón de mi casa de la Avenida Suffren tiene instalada una red de alambre muy fino para evitar que las palomas choquen contra el cristal de las ventanas, pero las palomas vuelan muy alto y muy lejos y la red impide que me asome para seguir su vuelo hacia otros balcones más sencillos y destecnocratizados.
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Las palomas del Champ de Mars levantan el vuelo cuando miran al espantapájaros de la Torre Eiffel.
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19 comentarios:
Hola, Fernando:
Cada párrafo parece un cuadro pintado con palabras, he recreado cada escena y he caminado por París.
Para mirar las palomas, al diablo con la alambrada, una ventana cerrada es como vela apagada.
Abrazos.
París, París, París,
más allá del Quai d'Orsay
o en Champ de Mars,
respirando el Musée du Louvre
o caminando Montmartre.
París sobre los puentes del Seine
o en las aceras de Pigalle,
visitando el Pompidou
o paseando la Île de la Cité.
París, París, París.
Siempre nos quedará París.
Un fuerte abrazo.
Cada párrafo un cuadro, cada cuadro un paso por París,cada paso un encuentro con el aroma y las luces de esta ciudad.
Y de fondo, el saxo de músicos sin estrellas acariciando notas sobre los puentes del Sena.
Exquisito, Fernando.
Un saludo.
Conozco París, y nunca lo vi más vivo que leyéndote. Magnífica entrada.
Un fuerte abrazo.
Ínclito Fernando,
esas palomas buscan lo sencillo, lo funcionalc natural, lo que las hacen sentir libres, sin tecnologías, sin nadie que impida que en medio de todo ese circo tecnológico, podamos ver y oler esas rosas rojas, apreciar lo que tenemos como ese mendigo, y que veamos el mundo desde los ojos de esa muchacha mulata, abrigado no sólo con bufandas de Boulevard, sino con mantas naturales; que las buardillas, sean sólo eso, buardillas, y que sean otras almas, las que estén vivas.
Es lo que yo he visto en estos pequeños grandes relatos.
Gracias por contarlo, y enseñarnos tu casa. Si puedes quita esa malla metálica. Un abrazo.
Has retratado Paris con el ojo del que ama lo que ve. Me ha gustado leerlo y recrearme por ese Paris que desconozco, y que hoy gracias a tí es menos desconocido para mi. Gracias Fernando.
Un beso.
Cuando se visita París
se marcha uno con nostalgia
siempre pensando en volver.
Has pintado las calles y los barrios con exquisitas palabras.
Un fuerte abrazo
Amigos todos,yo he trabajado unos años en París. La ciudad que he conocido no es sólo la de los monumentos y el fervor del turismo. Estos pensamientos los escribí a vuelapluma viviendo allí, y muchos otros que se quedaron en las servilletas de papel de los cafés. Quizás os haya sorprendido mi enfoque, pero he intentado hablar del alma de la ciudad, lo que es ciertamente bastante difícil. Por cierto, mi casa era de alquiler, pero a trescientos metros de la Torre Eiffel. Gracias por vuestros comentarios.
Describes tan bien en estos viejos pensamientos "escritos a vuelapluma", lo que es el espíritu de la vieja ciudad de Sena, que me ha parecido escuchar de fondo el sonido de un acordeón tocando el vals Bajo los Puentes de París.
Felicidades y un abrazo.
Que belleza, amo Paris y sus noches. Y no creo que el metro de esa ciudad luz no nos lleve a ningún lugar.
Emblemático el diario vivir en esa hermosa ciudad, al final creo que todos debemos ser como las palomas, libres al vuelo y que ninguna valla nos impida seguir su vuelo.
Saludos
Esas buhardillas, Fernando, lamparitas en la noche...
Abrazos.
En el primer párrafo me he visto reflejado en mi buardilla de la Rue Montmartre,desde mi ventana sobre lors tejados daba de comer a las palomas. Sobre las humeantes rejas de ventilación del metro dormían sobre cartones, a dos grados bajocero, grupos de mendigos aferrados a sus botellas de vino barato de las "tireuses", que me insultaban cuando yo arrancaba el coche aparcado junto a "su" acera y el humo blanco del tubo de escape les hacía toser. A Trescientos metros de mi buarfilla, el centro Pompidú no existía entonces y en su lugar había un edificio más visitado y con más vida que ése: el mercado central de París, "Les Halles",donde yo me ganaba de vez en cuando unos francos descargando camiones de naranjas de Valencia.
Gracias por recordarme esa época maravillosa. Un abrazo.
Fernando, lo has conseguido. El alma de la ciudad está en estos pensamientos.
Qué cierto que las buhardillas de París son una ciudad dentro de otra!!!
Me ha gustado mucho lo que dices de los ojos de la chica mulata.
Por cierto, en septiembre si la cosa no se tuerce, voy a Francia.
Un abrazo
Una visión de París "con los pies en el suelo" a pesar de la altura de sus edificios.
Me ha gustado tu exposición, cuadros realistas llenos de experiencias vividas.
Besos.
Qué hermosa descripción de un trozo del alma de París. Y estoy completamente de acuerdo con lo dicho por Rafael Lizardo: cada párrafo parece un cuadro pintado.
Hola Fernando!
Parìs, ciudad de encanto, nostalgia, poesia, ciudad viva.
Parìs siempre tiene algo que decir- y què bien lo dices tu en cada pàrrafo que, como dice Rafael parece pintado con palabras que te dan la oportunidad de visualizar las escenas
ricamente. Gracias Fernando por hacerme respirar a Parìs profundamente.
Un beso
Estuve hace años en Paris y me quedó un recuerdo maravilloso, tengo la idea de volver y lo haré posiblemente el año próximo, pero el leer tu entrada me ha despertado de nuevo la nostalgia de mi viaje allí hace años. Un fuerte abrazo Fernando,
Madre mía Fernando, qué apropiada para mí esta preciosa entrada tuya. No sé si lo sabes peor me acabas de hacer con tus versos uno de los mejores regalos que se le pueden hacer a alguien como yo. El caso es que en los próximos días de este mes voy a visitar Paris por primera vez en mi vida y ya estoy deseando llegar. Nunca había visto la torre eiffel como un espantapájaros pero me parece muy acertada tu metáfora. También me ha encantado lo de la estación de metro de Montmartre. Creo que ese barrio me va a encantar. Un abrazo amigo y muchas gracias por este regalo.
Siento aún no conocer París pero, estos versos me lo han acercado más de lo que yo creía... una gran ciudad y, con espantapájaros.
Un saludo
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