martes, 6 de octubre de 2009

Amanecer en Tokio.










Amanecer en Tokio.


En el piso 42 de un hotel de Tokio,

diseñado contra terremotos,

sin balcones ni flores,

cemento blanco y liso, calidad nipona,

me despierta el sol naciente del amanecer.


Riadas de automóviles en las calles

,jóvenes mujeres de pelo negro a paso ligero

en las aceras grises y limpìas.

El sol ilumina las fachadasde cristal y cemento.

En los escaparates de las tiendas,

ordenadores y pantallas,

móviles y juguetes electrónicos.


En el país de la muy alta tecnología

el samurai ha cambiado el sable por el láser

,la flor de loto por la margarita mecánica

de las impresoras de impacto

y ha descubierto en los componentes de alta velocidad

las nuevas armas para extender el Imperio a occidente.


Los templos son ahora fábricas de silicio,

la precisión ha reemplazado a la oración

y los monjes-soldados combaten en las naves de las factorías

mientras las mujeres alimentan

las cadenas de las series fabricadas a escala universal.


Un nuevo Shogun electrónico

detiene el poder en las islas

mientras el Emperador se recluye en su palacio

aislado por fosos y cisnes,

(Shogun de Tokio, Shogun de Osaka,

Shogun de Yokohama, Shogun de Kawasaki)

y envía consignas a sus soldados económicos vía satélite.


En el piso 42 de un hotel de Tokio,

cemento blanco y liso, calidad nipona,

siento de repente la necesidad de volver a Kamakura

y penetrar en el Hara del Buda grande y verde

para reencontrar la casa donde no entró la muerte.

y recobrar así la espiritualidad perdida

en este amanecer dorado

viendo riadas de automóviles circular lentamente,

inmersos en la luz cegadora de un viejo Sol Naciente.

6 comentarios:

Lisandro dijo...

Descriptivo, siempre soñe con recorrer el mundo, y Tokio seria hermoso conocerlo... un abrazo amigo

Marina-Emer dijo...

esas tierras del sol naciente siempre me gustaron.
abrazos
Marina

Emilio dijo...

Cierto, Fernando, cambiaron los tiempos de la espiritualidad antigua al consumismo moderno que ya ves tú hacia dónde nos ha llevado: a la nada más absoluta.

Vas desarrollando el poema desde lo material para terminar con la nostalgia de la espiritualidad; me gusta más leerte en verso clásico que en el libre (apreciación personal, y por tanto subjetiva).

Saludos y abrazos.

Andrés Glez. Déniz dijo...

El poema es muy bueno y no se merece el empleo forzado del adverbio "muy" en dos ocasiones. Por su carácter narrativo no sólo deleita sino que informa, transmite conocimientos.

Anónimo dijo...

Muy ingenioso... y que gusto leerte desde esa punta del mundo.

Un fuerte abrazo.

Verónica Calvo dijo...

Lo veo más como una prosa, pero hay dos partes para mi: la prosa descriptiva del hotel y la vida nipona y ya más poético cuando te adentras en el Hara del Buda y la espiritualidad en toda una reflexión. Una mezcla curiosa que me ha hecho viajar por Tokio y como sigo queriendo ser japonesa...
Un abrazo, Fernando.