sábado, 17 de abril de 2010

El café de las sorpresas.




El café de las sorpresas.



Aquí fue donde el conde Lucanor
pidió consejo a su asesor Patronio
para formalizar mi matrimonio
con los libros, el arte y el amor;

aquí, en el café de las sorpresas
con la enseñanza maternal de Gloria,
madrina y profesora en mi memoria,
sobre el mármol grisáceo de sus mesas.

Unos dulces, un chocolate espeso,
una leche templada y, en seguida,
la tarde más feliz y divertida
de un niño madurado ya en exceso.

El Conde Lucanor sólo fue inicio
de la lectura lenta y asombrosa
de una literatura prodigiosa,
su página inicial, su frontispicio.





16 comentarios:

Marcos Callau dijo...

Cómo me gusta este café de las sorpresas, me encanta. Me gusta su ambiente y ese mármol grisáceo de sus mesas que casi puedo ver. Un abrazo.

Mercedes Pinto dijo...

Aunque cualquier lugar es bueno para comenzar la lectura de "El conde de Lucanor" hay que reconocer que, de poder elegir, El café de las sorpresas no está nada mal.
Un abrazo.

Belkis dijo...

Genial comienzo Fernando. Un placer leer tus letras. Un abrazo

JUAN PAN GARCÍA dijo...

Hay cosas que se graban en la memoria para siempre.El café lo fue para ti.Se ve familiar y acogedor.

Mi libro primero, el que me regalaron por primera vez y que hizo que me enamorase de la Literatura, se titulaba "El Cid campeador". Tenía entonces siete años y acaba de hacer la primera comunión.
Un abrazo, amigo.

felix dijo...

Fernando...

Sin duda es un ambiente perfecto para ello. Curiosamente, el primer libro que leí en mi vida, apenas con doce años ¿sabes cual fue?, pues el Conde Lucanor, un libro absolutamente delicioso, de cada episodio se podía aprender mucho para andar por la vida...

Un fuerte abrazo

Marisa dijo...

Una maravillosa manera de recordar esa primera
lectura en ese relajado
ambiente, en tu café
de las sorpresas.

Un abrazo y que tengas
un buen fin de semana.

Nieves dijo...

Precisamente, tuve ocasión de volver a leerlo hace unos meses porque me tocó ayudar a una sobrina a resumir los cuentos del conde Lucanor ya que a la pobre no le daba tiempo a leerlos todos y claro, la tia la echó una manita y a ella le gustó conocerlo y a mi releerlo de nuevo y recordarlo! Un saludo Fernando,

Pluma Roja dijo...

Veo que el Café de las Sorpresas existe, y la elección de un buen libro. Quizás cualquier café (cafetería) acogedor sería un buen ligar para iniciar una buena lectura.

Saludos cordiales,

Un fuerte abrazo, hasta pronto

Aída

Terly (Juan José Romero Montesino-Espartero) dijo...

Creo, Fernando, que de los que ya peinamos canas, muchos hemos tenido un "Café de las Sorpresas" donde fuimos bautizados en las letras. El mío fue el Café Bar Ópera, (esquina de Arenal con plaza de la Ópera) También le escribí unos versos.
Precioso poema y bonitos recuerdos.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

El recuerdo trasmitido por mucha gente de esos ambientes literarios, al menos esa es mi percepción, ya no existe, ahora, creo, todo está mucho más institucionalizado, tutelado y encarrilado.

Un abrazo.




John W.

JOSÉ TADEO TÁPANES ZERQUERA dijo...

Me encanta ese olor a recuerdos queridos que se respira en tus versos. Como ya han dicho otros, casi lo podemos tocar todo, lo podemos sentir y eso es arte. Un abrazo:
Tadeo

Anónimo dijo...

Precioso este recuerdo que se escapa hacia esos cafés de madera y mesas de marmol, escasos ya, donde un café podía acompañar toda una tarde entre libros y folios garabateados.

Un placer leerte.

Un abrazo.

Jorge Torres Daudet dijo...

Los cafés, los viejos cafés.
Eran propicios para leer y escribir.
Un abrazo, y hasta muy pronto.

Lüar de la Rosa dijo...

Y dentro de esas tazas de café solo, sólo flotaban palabras como posos que emergían buscando la libertad.

Inigualable biblioteca, sin par taller literario, cómodo escritorio esas mesas de mármol grisáceo.

Qué bonito conocer ese ambiente de la mano de tus poemas don Fernando.

Un abrazo desde Cáceres.

Paloma Corrales dijo...

Ay, Fernando, me has puesto nostálgica, yo monté un café así en Guadalajara, con mesas de mármol gris cuyos pies eran los de las máquinas de coser Singer, su piano y sus poetas... recuerdo a Fernando Borlán leyendo poemas.

¿Ves? Uno hace suyo un poema cuando lo lee y se transporta, pero para que suceda alguien con tu maestría y tu saber hacer ha tenido que esculpir los versos de un precioso poema. Gracias.

Un beso.

Flor dijo...

Un lugar perfecto! El café de las sorpresas!

Amigo, tienes un abrazo en mi blogue.

Un beso
Flor