miércoles, 28 de abril de 2010

Liberación.




Liberación.

De todo lo que cubre mi sustancia,
aquello que me estorba, que me apena,
los discursos mediocres en mi escena,
la inútil falsedad de mi importancia,

el orgullo, la ira, la ignorancia,
las verdades a medias, las cadenas,
la insuficiente sangre de mis venas,
la falta de medida en la distancia,

vendrán pronto los dioses a librarme,
sin más defensa que mi propia esencia,
dejándome desnudo en mi gobierno,

porque no habrá razón que me rearme,
ni deuda que reclame mi presencia.
ni excusa que me libre de lo eterno.

9 comentarios:

© José A. Socorro-Noray dijo...

No creo que sea liberación,
ni tan siquiera creo que sea eterno.



Impecable y magistral soneto.



Un fuerte abrazo

Marisa Peña dijo...

Es un texto pleno, profundo, lleno de matices y de honduras...Es un lujo leerte poeta.Un enorme y admirado abrazo

auroraines dijo...

La liberación que hacés es mi lucha interior diaria Fernando, rescatar lo bueno y no caer en todo lo que nombraste.
Puedo tolerar todo sin embarcarme en lo que no me gusta pero algo que me saca y no dejo pasar son lo que llamas medias verdades, para mí son medias mentiras, me toca convivir con alguien que lo hace y es duro.

Muy buenas intenciones y sí que es posible tener nuestra propia línea de conducta en todos lugares, pero es esencial con quienes están a nuestro lado siempre.

Un gran abrazo

Verónica Calvo dijo...

Todas las densidades que nos forman son, en definitiva, maestras que nos ayudan a trascender para llegar a la esencia.

Intensos versos cargados de espíritu. Los he disfrutado.

Un abrazo.

Pluma Roja dijo...

Mucha fuerza en tus palabras, un poema liberador.

Saludos cordiales,

Hasta paronto,

Aída

Julio Fidel dijo...

Dificil apreciar quién supera en calidad a quién: el vino a la copa o la copa al vino.

La medida en la distancia parece tan correcta, tan perfecta...
pero es que el caldo no le anda a la zaga.

La imagen que se me aparece cuando leo tu soneto es la del camión de la limpieza que pone fín a la cabalgata del carnaval.

Es que no deja ni una serpentina ni un confeti aunque solo sea para constatar que por allí alguna vez hubo un desfile.

Mi padre, que era un gran rapsoda y que nos acompañaba muchas de nuestras veladas con las poesías que aprendió de memoria sé que hubiera disfrutado mucho recitandola a sus hijos.

Creo que me la copiaré, me la aprenderé y me la recitaré en voz baja o alta, cada vez que quiera ahuyentar a esos molestos demonios que se complacen en hacernos más turbia la visión de la vida.

Un abrazo y gracias.
Julio

JUAN PAN GARCÍA dijo...

Un placer leerte, Fernando.
Un abrazo

Jesús Arroyo dijo...

Dejemos la existencia en los ayeres
y brindemos con copas del presente.

Muy bueno, Fernando.

Alicia Abatilli dijo...

Liberación de los grises y negros.
Alicia