lunes, 15 de marzo de 2010

III.- Los niños de la guerra.




Los niños de la guerra.


Nosotros hemos sido los niños del olvido,
los niños de la guerra que, entre ruinas y zanjas,
comimos algarrobas y mondas de naranjas
y tuvimos la suerte de haber sobrevivido.

Fueron nuestros amigos los niños y las niñas
de las calles, las plazas, los refugios nocturnos,
a la comba saltamos en la acera por turnos
y fuimos camaradas de juegos y de riñas.

Nuestros juguetes fueron muñecas recortables,
soldados de papel, camiones de hojalata
y los rayos del sol y las estrellas de plata
y los atardeceres bellos e inolvidables.

El orí, las tinieblas, el bote, el tú la llevas,
la comba, el cruz y raya, el guá y el escondite,
el parchís y las damas fueron nuestro desquite
de las hambres antiguas y de las penas nuevas.

Vecinos nuestros fueron el hambre y la violencia
la soledad y el miedo, el gemir de sirenas,
las sesiones nocturnas de las radiogalenas,
la rabia, la venganza, la burla, la demencia.

Un huracán de vientos arrasó nuestra tierra,
algunos de los niños con ellos se marcharon,
algunos no volvieron, algunos se quedaron
y todos, sin saberlo, perdimos nuestra guerra.




10 comentarios:

Mercedes Pinto dijo...

No creo que perdiérais vuestra guerra, la prueba es que aquí está vuestro testimonio. Algo de todo aquello sobrevivió para ejemplo del mundo.
Un abrazo.

Terly (Juan José Romero Montesino-Espartero) dijo...

Si este poema lo has escrito mirando tan sólo con un ojo, no quiero ni pensar qué hubieras escrito si los dos te hubiesen premiado con la vista.
Retratas antológicamente lo que fue nuestra niñez empezando por el hambre y terminando con los juegos.
Ahora se preguntan los niños cómo podíamos vivir sin TV. sin PC, sin consola y casi sin luz teniendo a cambio de todo ello, frío, mucho frío, sin embargo tuvimos la habilidad de inventar nuestros propios juegos disfrutando al construirlos y haciéndolo de nuevo al utilizarlos.
Espero que te esté yendo bien la recuperación y mis mejores deseos para el otro ojo si también hay que intervenirlo.
Un fuerte abrazo.

EL AVE PEREGRINA dijo...

Tiempos tristes e inolvidables...para los que se vieron inmersos en ella.Esa hambre, esa violencia...está presente en todas las guerras...¡las que nunca debieran de existir!!!.

Un abrazo amigo.

Jesús Arroyo dijo...

¿Quién se atreve a decir
he ganado la guerra?
Tengo un vecino herido,
un amigo muerto,
un hermano...

¿Cómo va esa salud?

Edurne dijo...

Quizás perdisteis la guerra, pero nada de lo que vivisteis se va a aolvidar. La Història nos lo recuerda dia tras dia. Muy buen poema, por cierto.

Un abrazo

Edurne

felix dijo...

Estimado Fernando...

No puedo decir más que admiro tu calidad como poeta y escritor. Decirte que una parte de la infancia se fue por todo lo que cuentas, una parte de vuestra vida, una parte de vuestro libro vital, esos miedos... pero tambien esos juegos al aire libre con los amigos, comer algarrobas, ¡ir tirando¡ pero siempre debemos recordar los momentos especiales y maravillosos que seguro que muchos habrá...

Un abrazo

Pluma Roja dijo...

Don Fernando, buenas tardes. Precioso, preciosito poema. Un canto al dolor de la post guerra, a la guerra y la muerte.

Lo comprendo completamente.

Saludos cordiales,

Hasta pronto, mis respetos.

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

En verdad que muchas veces perdemos la guerra y los niños siempre están en medio de ella, son los más vulnerables y los que más sufren.

Niños que empuñan armas y los enseñan a matar desde niños, niños huérfanos de padre y de madre, y huérfanos del mundo, es simplemente horroroso lo que los vientos de guerra pueden arrasar en el mundo y con ellos, arrasan los sueños de todas y todos los niños.
Saludos

© José A. Socorro-Noray dijo...

Lástima, querido Fernando, que algunos sigan empeñados en que nunca acabe esta maldita guerra.

Salvador Pérez Alayón dijo...

Me has retratado a pesar de que soy más joven, pero esa fue mi época. Y, la menos yo, la añoro y la recuerdo felizmente, sin perder de vista que para otros fue una época de sufrimientos y penalidades.

No sé si mejor o peor o igual, pero fue mi época y le doy gracias a DIOS porque en ella aprendí a jugar, a compartir y respetar unas normas de juego, a esforzarme, a renunciar, a exigirme, a imaginar y a competir, a esperar y a valorar lo que teníamos.

Y, también, a crecer sanamente y a creer en DIOS. Hoy ya de mayor siento pena por aquellos que apoyan sus esperanzas en las cosas que el mundo les ofrece, y se olvidan que el mundo lo hizo DIOS.

Un fuerte abrazo querido amigo Fernando.