Reencuentro en Alcocéver.
Apareciste tú de nuevo, sobrevolando las rocas,
girando tus alas como una libélula,
despidiendo chorros de colores enredados
en transparentes muselinas de alas plateadas,
y seguí deslumbrado el camino que,
atravesando las llagas de la plana,
conduce hacia tu centro inevitable,
hacia tu remolino de olas y de gaviotas.
¿Pudieron ser los azules, los blancos,
el rumor de las olas, la templanza del aire,
la algarabía de los pájaros,
el silencio de los almendros, el olor del azahar,
la inmanencia de tus naranjos?
Mis ojos siguieron la ruta encendida
e ilusionada hacia tu imagen,
en una mañana de cálidos reflejos
esparcidos por los montes,
por un aire lleno de semillas de oro,
de trémulos y errantes molinillos blancos,
intentando descifrar tu esencia
a través de los sonidos, de los colores,
de las distancias, hasta llegar a ti
en una transición anhelada y resuelta
y contemplar otra vez la espuma de tus olas.
¿Podré ver el mar, sin cegarme el centelleo
de las crestas plateadas de las rompientes,
llegaré a traspasar estas colinas eternas
que alargan el camino y encontrarme
cerca de la veladura azul que te bordea
y que se extiende hacia el horizonte,
como una llanura ilimitada que no desborda
ni rebasa los márgenes, pero se alza
como una pared en la lejana perspectiva?
¿Me verá a mí el mar?
girando tus alas como una libélula,
despidiendo chorros de colores enredados
en transparentes muselinas de alas plateadas,
y seguí deslumbrado el camino que,
atravesando las llagas de la plana,
conduce hacia tu centro inevitable,
hacia tu remolino de olas y de gaviotas.
¿Pudieron ser los azules, los blancos,
el rumor de las olas, la templanza del aire,
la algarabía de los pájaros,
el silencio de los almendros, el olor del azahar,
la inmanencia de tus naranjos?
Mis ojos siguieron la ruta encendida
e ilusionada hacia tu imagen,
en una mañana de cálidos reflejos
esparcidos por los montes,
por un aire lleno de semillas de oro,
de trémulos y errantes molinillos blancos,
intentando descifrar tu esencia
a través de los sonidos, de los colores,
de las distancias, hasta llegar a ti
en una transición anhelada y resuelta
y contemplar otra vez la espuma de tus olas.
¿Podré ver el mar, sin cegarme el centelleo
de las crestas plateadas de las rompientes,
llegaré a traspasar estas colinas eternas
que alargan el camino y encontrarme
cerca de la veladura azul que te bordea
y que se extiende hacia el horizonte,
como una llanura ilimitada que no desborda
ni rebasa los márgenes, pero se alza
como una pared en la lejana perspectiva?
¿Me verá a mí el mar?
¿Me cederá algo de su inmensa quietud
para amansarme en este desconcierto
de la sorpresa, del encuentro inevitable
tantas veces intuido?
de la sorpresa, del encuentro inevitable
tantas veces intuido?
La brisa deposita sus cristales de lluvia
en mis ojos abiertos
y mis párpados son brasas
enrojecidas por el esplendor del sol.
Las heridas de la espera se cierran
con la sutura del encuentro,
y ya sólo queda el parpadeo del horizonte,
la palpitación acelerada,
el desconcierto de los sentidos,
el olor especial a salitre
que empapa mi cuerpo cansado
y que me envuelve y acaricia en suaves oleadas.
Plenitud, transitoria eternidad
de las formas y de las sensaciones
que en un momento superan
la capacidad del alma.
El tiempo ya no existe y se disipan
las alas plateadas y los colores
que a borbollones huyen de la plana.
Todo es quietud ahora, expectante reposo,
anticipación de nuestro inminente
y sustancial reencuentro.
en mis ojos abiertos
y mis párpados son brasas
enrojecidas por el esplendor del sol.
Las heridas de la espera se cierran
con la sutura del encuentro,
y ya sólo queda el parpadeo del horizonte,
la palpitación acelerada,
el desconcierto de los sentidos,
el olor especial a salitre
que empapa mi cuerpo cansado
y que me envuelve y acaricia en suaves oleadas.
Plenitud, transitoria eternidad
de las formas y de las sensaciones
que en un momento superan
la capacidad del alma.
El tiempo ya no existe y se disipan
las alas plateadas y los colores
que a borbollones huyen de la plana.
Todo es quietud ahora, expectante reposo,
anticipación de nuestro inminente
y sustancial reencuentro.
23 comentarios:
Un reposo que también vuelve expectante, casi ansioso al lector. Ansioso de más lectura aún. Estupendo, Fernando. Los de interior casi no recordamos ese aroma a salitre de nustros pocos viajes hasta la costa pero tú nos lo has hecho recordar con fuerza. Un fuerte abrazo Fernando.
Otra vez "degusto" con placer ese sabor clásico de tus versos. Me ha gustado mucho tu reencuentro. Además, creo que te entiendo un poco más porque hace poco que regresé de Peñíscola.
Un abrazo, amigo Fernando
Marcos, amigo, poeta: ¡Cómo echo de menos el mar! Estos poemas sobre Alcocever los escribí hace ya más de quince años, asombrado ante esa maravillosa plana castellonense. Publicaré unos cuantos para recordar
algunos de esos momentos. Un abrazo.
Jorge Encinas, amigo: gracias por tu comentario. Peñíscola, el papa Luna, los restaurantes, la gente...¡Qué hermosura!. Un saludo cordial.
Querido Fernando:
Clásico en tus hermosos versos, juvenil y andariego ecologista en la inocente prosa de Gabriel, tu alter ego.
Me ha gustado mucho tu reencuentro en Alcocéber; Paco García Pavón, posiblemente el mejor cuentista de España -con el que me unió una larga y entrañable amistad-, me invitó a comer allí una vez que fui a visitarle en Benicasim donde veraneaba. Pero todavía me ha gustado más el conmovedor homenaje a Mozart y su sublime Requiem. ¿Hay algo que se te resista?
Besos
Elvira
Creo que el hombre conseguirá alcanzar la felicidad cuando pueda para el tiempo en el momento preciso, como por ejemplo, mientras lee uno de tus poemas.
Hasta pronto.
Elvira, amiga, admirada poeta: tu generosidad hacia mí me abruma. Se me resiste todo, lo que ocurre es que soy un inconsciente aventurero y me arriesgo a contar todo lo que pienso, unas veces con la poesía, otras con el relato, otras con los ensayos y críticas. ¡No sé como remediarlo!. Gracias otra vez por tu generosidad. Un cordial saludo.
Mercedes, amiga, gracias por leerme. ¡Ojalá fuese como piensas, parar y ser feliz!. Un abrazo ab imo pectore.
Querido Fernando:
Cuando leo poesía como ésta, llena de armonía, sencillez y sentimientos, es cuando más me gustaría ser poeta para hacer un comentario acorde con la belleza del poema.
Cuando leo poesía como ésta, siento como revolotea en mi interior la esencia de lo bello, es la misma sensación que percibo contemplando una bonita pintura o escuchando una bella partitura.
He aprovechado para ponerme al día en la lectura de tus entradas y he disfrutado de todas ellas.
Un abrazo, poeta.
Terly, amigo,eta: gracias por tu comentario.Lo curioso de la poesía que escribimos es que refleja las diferentes fases de nuestra vida y de nuestro pensamiento. Es peligrosa, por ello, la poesía y, al mismo tiempo. entrañable. Un cordial saludo.
La mar nos observa, sin duda.
Maravillosa localidad, Alcocéver.
Un fuerte abrazo.
Querido amigo:
Poeta, un abrazo fuerte
Rafael, poeta: otro gran abrazo para ti.
Jesús, amigo, poeta: ¡Quién pudiera estar allí....! Un abrazo.
Adolfo, amigo: tu comentario es siempre muy bien acogido. Eres un gran escritor y lo que pienses sobre mi obra es siempre sumamente interesante. Gracias y un fuerte abrazo.
Mi querido Fernando
el mar te verá a tí
porque tú sabes mirarlo,
te cubrirá con su azul
con su sal, con su yodo
y con su espuma de plata.
El cura todos los males
inclusive los del alma.
Te envío junto con
un gran abrazo todo el mar
de mis rías gallegas.
Marisa, amiga: recibo con gran ilusión las olas y el salitre de tu mar gallego, al que quiero y respeto desde siempre. Un fuerte abrazo.
Hay paisajes, amigo Fernando, que no solo nos inspiran, son un tónico para el alma; solo hay que leer estas letras.
Un abrazo.
Mercedes, amiga: gracias por tu comentario. Hace dos días tuvimos un encuentro delicioso con dos mujeres extraordinarias, Isolda y María Sangüesa. Faltabas tú y se hubiera conseguido el pleno en Torrelodones. Un cordial saludo.
Ya me hubiese gustado estar. Muchas gracias.
el reencuentro siempre es amable.
Un precioso poema.
Un placer leerte y saludarte
Santiago: muchas gracias por tu comentario. Un cordial saludo.
Fernando, nos regalas un poema extraordinariamente vital, visceral, con un dejo de nostalgia y un olor inminente de reencuentro, mientras que el paisaje se revitaliza con la fertilidad de tus palabras y la brisa marina trae hasta tus pulmones un pasado que no se fue y te devuelve un presente cercano a la plenitud de tus añoranzas.
Disculpame por haber estado ausente tantos días pero he tenido mucho trabajo con lo de la publicación de mi libro "contrastes" y que ya está semana tendré en mis manos. Espero hacerte llegar un ejemplar a la dirección que tú me indiques.
Eres genial amigo Fernando!
Un abrazo.
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