A una cometa.
Sobre la playa vuelas y te meces
dejándote arrastrar itinerante,
ebria en ocasiones, serena a veces,
por las ondas del viento dominante.
Navegas, subes, bajas, te estremeces,
te mueves en el espacio con talante,
tu figura se estiliza y pareces,
desde la tensa línea del bramante,
una blanca paloma mensajera
en fulgurante y rápida carrera
hasta alcanzar la meta de su vuelo.
Un imprevisto cambio de la brisa,
una dirección falsa, imprecisa,
y acabas estrellándote en el suelo.
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1 comentario:
Creía que Quevedo y Lope de Vega no regresarían nunca. Ahora veo, Fernando, qué es lo que escribirían si volvieran a vivir.
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